Ahora el varón de Dios de Judá tiene que oír una palabra de juicio. Le faltó fuerza de carácter y las consecuencias son trágicas.
Dejarse arrastrar es un peligro especialmente propio de la juventud, que por naturaleza es influenciable. ¡Y notemos que para hacer salir a un creyente del camino de la obediencia, el diablo no emplea solamente seducciones groseras! Para convencerle, sabrá valerse de medios que parecen ser respetables. Todas las apariencias estaban a favor del viejo profeta, quien pretendía haber recibido la palabra de Jehová por medio de un ángel. Pero, ¿podía Dios contradecirse? En lo que nos concierne, fiémonos sencillamente de lo que nos dice la Biblia, y no erraremos el camino (véase Gálatas 1:8-9).
Para ese varón de Dios la consecuencia de su falta es la muerte. Su cadáver no es devorado por el león, prueba evidente de que es Dios quien lo hiere. Y para el viejo profeta, ¡qué castigo! Fue un tropiezo para el que llama su hermano (v. 30), pero para con el cual no obró como un hermano. Impeler a otras personas a desobedecer es tan grave como desobedecer uno mismo, porque es perjudicar tanto a Dios como a los que uno extravía.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"