En la fuente de Rogel la fiesta está en su apogeo. Los invitados rodean a Adonías. El astuto Joab está presente, lo mismo que Abiatar, quien olvidó las palabras de gracia de David: “Quédate conmigo”, (1 Samuel 22:23). Los demás hijos del rey, sea por oportunismo o por debilidad de carácter, se adhieren a la causa de su hermano. Con excepción de uno: Salomón, que no ha sido invitado (v. 25-26). ¡Y con razón! ¿No es él el rey elegido por Dios para suceder a David? ¿Qué podría haber hecho en esa fiesta? Pero todo ese plan, sabiamente urdido, será reducido a nada por algunas almas fieles y sumisas al pensamiento divino. David, al ser informado, obra en seguida: Ahora mismo Salomón va a subir al trono. Su padre da todas las instrucciones al respecto.
En nuestros días, en todas las esferas, el hombre se eleva buscando su propia gloria. Hay un pensamiento que no le preocupa para nada: conocer la voluntad de Dios. Esta voluntad divina es la de dar al mundo el Rey que le ha sido destinado: Jesucristo. Hoy en día, este rey todavía es rechazado y despreciado; no está invitado a las alegres fiestas que el mundo organiza. Y los que temen a Dios, tampoco tienen su lugar en ellas.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"