David ya es un anciano. Cansado de una vida de sufrimientos y luchas, sigue confiando en Dios, según la oración del Salmo 71:17-18 (véase también v. 9): “Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud… Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares”. Jehová le responde y le socorre en la última prueba que le aguarda. Después de Absalón, Adonías, otro de sus hijos, conspira para apoderarse del trono (v. 5). El trágico fin de su hermano mayor no le había enseñado nada. Además, de una manera general, la educación de este joven había dejado mucho que desear. Su padre nunca lo había reprendido o contrariado (v. 6). Desde su más tierna juventud, Adonías siempre había hecho lo que quería. Un nuevo ejemplo que deben meditar nuestros jóvenes lectores a quienes, a veces, les parece que sus padres son demasiado exigentes. Han de saber que ser reprendido mientras se es niño, les evita en edad adulta penas mucho más dolorosas. Dios no obra de otra manera con sus hijos (Hebreos 12:6). ¡Cuántas veces su sabiduría y su amor nos habrán impedido hacer la voluntad propia, para nuestro bien presente y quizás eterno!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"