“No codiciarás la mujer de tu prójimo”, dice la ley. “No cometerás adulterio”. “No matarás” (Éxodo 20:17, 14, 13). David, que declara en el Salmo 19:7: “La ley de Jehová es perfecta”, transgredió sucesivamente por lo menos tres mandamientos. Sin embargo, su conciencia sigue sin reprenderlo. Es necesario que Jehová le envíe a Natán. Y la conmovedora parábola de la oveja hurtada, muy apta para alcanzar el corazón del que fue pastor, va a ayudarle a medir el horror de su falta. Pero David no se reconoce en seguida. Es despiadado para con el hombre rico. ¡Así somos! No se nos escapa la paja en el ojo de nuestro hermano, pero no notamos la viga que hay en el nuestro. Entonces, con solemnidad, el dedo de Dios lo señala:
Tú eres aquel hombre”
(v. 7).
Después, todo el triste asunto, ocultado tan cuidadosamente, es descubierto sin miramientos: «¡Tú hiciste esto y aquello!». Finalmente, para confundir el corazón de David, Dios le recuerda todo lo que Su gracia había hecho por él. ¿Era poca cosa? En el capítulo 7:19 David había dicho lo contrario. Entre más recibimos, menos excusables son nuestras codicias. ¡Y recibimos mucho!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"