¿Cuál era la raíz de las disensiones en Corinto? El orgullo (Proverbios 13:10). Cada uno se valía de sus dones espirituales y sus conocimientos (1 Corintios 1:5), pero olvidando que todo esto lo habían recibido por pura gracia. Para permanecer humildes, acordémonos siempre de la pregunta del versículo 7: “¿Qué tienes que no hayas recibido?”.
Además, inflarse así con el viento de su propia importancia era desear otra cosa que “Jesucristo crucificado” (cap. 2:2), era reinar desde aquel momento (v. 8), mientras está escrito: “Si sufrimos (es el presente), también reinaremos con él” (2 Timoteo 2:12). Por su parte, el apóstol Pablo no había invertido las cosas. Aceptaba gustoso tomar su lugar con “la escoria del mundo, el desecho de todos”, porción con la que muy pocos cristianos saben contentarse. Pero, sabiendo que se trataba de la verdadera dicha de sus queridos corintios, les suplicaba que le siguieran en esa senda. Él era su padre espiritual (v. 15) y quería que ellos se le parecieran como hijos se parecen a su padre. Si no escuchaban sus advertencias, estaba dispuesto, cuando fuera a verlos, a usar “la vara” (v. 21), es decir, a castigarlos severamente, cumpliendo con ese deber paternal para provecho de sus amados hijos (v. 14).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"