Al lado de auténticos obreros que pueden hacer un deficiente trabajo (v. 15), existen falsos siervos que corrompen el templo de Dios, este templo que es santo al igual que El que mora en él (v. 17). Que nadie se engañe acerca de lo que es ni acerca de lo que hace (v. 18).
Desconfiemos de los criterios y razonamientos humanos, engañosos instrumentos de medida. La sabiduría del mundo es locura para Dios y la sabiduría de Dios es locura para el mundo (v. 19). Una y otra se aprecian en función del fin perseguido. “El hombre natural” (o animal) mira con lástima al cristiano que sacrifica las ventajas y los placeres del momento actual por un porvenir vago e incierto. ¡Ojalá que todos pudiésemos ser atacados por ese tipo de locura! Por otra parte, ¿qué son las miserables vanidades de las que podríamos hacer alarde, en comparación con lo que poseemos? Todas las cosas son nuestras, afirma el apóstol Pablo, y son nuestras porque nosotros somos de Cristo, a quien todo pertenece. Bajo su dependencia podemos disponer de todo para su servicio. Pero lo que importa primeramente es ser “hallado fiel” (cap. 4:2), pues cada uno es un administrador, pequeño o grande, y cada uno como tal recibirá la alabanza no por parte de su hermano, sino por parte de Aquel que lee en los corazones (v. 5; léase también 2 Timoteo 2:15).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"