¡Espantosa escena! La misma mujer clamó en alta voz, porque Samuel no apareció a consecuencia de sus encantamientos. Ni ella, ni Satanás su amo tenían el poder para hacerlo. Por un instante, la mano de Dios entreabrió la puerta de la morada de los muertos e hizo subir a su siervo Samuel a la escena.
Lo que el profeta declara al rey caído es similar al mensaje que, siendo muy joven, fue encargado de decir a Elí (cap. 3:11-13). Es una terrible confirmación de la sentencia de Jehová. Solo falta un día y será ejecutada; el reinado quitado a Saúl será dado a David y el rey y sus hijos irán a encontrarse con Samuel en el lugar en que los muertos aguardan la resurrección: para vida o para juicio.
Es muy solemne el fin de ese hombre, quien había empezado con tan buena disposición. Queridos amigos, recordemos bien esto: las más hermosas cualidades, en ausencia de la nueva vida, conducen al castigo eterno tan seguramente como los más groseros pecados. Jesús da esa vida divina a todos los que se la pidan. ¿La posee usted?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"