La primera visita de David a Aquis, rey de Gat, había terminado en la completa confusión de David (cap. 21:10-15). Mas, a pesar de esto, vuelve allí por temor a Saúl. No reconocemos a aquel que en el capítulo 26, versículos 6 a 12, descendió sin miedo al mismo campamento de su adversario para tomar la lanza que se hallaba a su cabecera. Menos aún reconocemos al vencedor de Goliat en aquel que va a buscar refugio junto a los filisteos. ¡Ay! ¿No ocurre a menudo que ya no se nos reconoce como discípulos de Jesús? Quizá, con su socorro habíamos obtenido alguna victoria. Como David, habíamos mostrado confianza en Dios y firmeza en nuestro testimonio delante de los hombres. Habían podido verse en nosotros algunos rasgos de la gracia. Luego, de un momento a otro, nada más parece subsistir. Nos hallamos nuevamente del lado del mundo, de acuerdo con los enemigos del Señor.
Sí, en Gat, David olvidó la derrota del filisteo. ¡Queridos hermanos, nunca olvidemos la cruz! Como una barrera, nos separa del mundo que crucificó a Jesús. Más bien, imitemos a Pablo, quien dice:
Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo
(Gálatas 6:14).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"