Los habitantes de Bet-semes tienen el honor de recibir el arca. Sin embargo, se permiten levantar el propiciatorio (la tapa) y Dios los castiga severamente (comp. Números 4:20). Es una advertencia para nosotros, en cuanto al santo respeto debido a la persona de Jesús. Dios no tolera ninguna curiosidad profana respecto a él.
¡Ay!, frente al castigo, los bet-semitas reaccionan como los filisteos, deseando deshacerse del arca por considerarla demasiado santa para ellos.
Ciertos cristianos se parecen a estos hombres. Antes de juzgarse y poner en orden sus asuntos, prefieren alejar al Señor de su pensamiento y de su vida. Su presencia les molesta. ¿No es triste?
Pero ahora Dios nos presenta a los que, por el contrario, están felices de recibirle. Los habitantes de Quiriat-jearim acogen el arca y la colocan en la casa de Abinadab, situada en un collado.
Otra vez, nuestros pensamientos van a Jesús. Mientras su pueblo le rechazaba –no tenía “donde recostar la cabeza” (Mateo 8:20)– en cierta ocasión
Una mujer llamada Marta le recibió en su casa
(Lucas 10:38).
La casa de Abinadab, la casa de Betania: ¡gozo y bendición para el que abre su puerta, como asimismo para el divino Huésped a quien se honra allí! (Apocalipsis 3:20).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"