En lugar de rechazar a su impotente ídolo para, de ahí en adelante, temer y servir a Jehová, los filisteos tienen solo un pensamiento: deshacerse lo más pronto posible de un Dios tan temible. Esto nos recuerda una escena del evangelio de Marcos: el poder del Señor acaba de librar a Legión, el endemoniado, en el país de los gadarenos. Estos han tenido el inestimable privilegio de una visita del Hijo de Dios. No obstante, enceguecidos por sus intereses, solo consideran la pérdida de sus cerdos. En lugar de alegrarse y recibir a Jesús, le ruegan que se vaya de sus alrededores (Marcos 5:17). El mundo no pudo soportar la presencia del Señor, porque Su perfección lo juzgaba. Entonces quiso deshacerse de él.
Los filisteos reconocen el indiscutible poder del Dios de Israel. En su ignorancia, le honran a su manera. Y el arca vuelve a la tierra de Israel, después de haber demostrado nuevamente su poder. En efecto, pese a la ausencia de un conductor, el carro que la lleva se dirige en línea recta hacia la frontera con Israel, tirando de él unas vacas que contrariamente a los instintos naturales, se alejan de sus crías.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"