“Acordaos por muchos días de Jehová, y acordaos de Jerusalén” (v. 50). El remanente fiel era invitado a salir del corrupto medio de Babilonia, no sin saber adónde ir. Para tomar esta valerosa decisión, primeramente era necesario ser atraído fuera mediante poderosos afectos (Salmo 137:5-6).
Asimismo, hoy en día el creyente es invitado a salir fuera del campamento religioso de la profesión cristiana «hacia él», hacia Jesús, presente en medio de los “dos o tres” congregados en su nombre
(Hebreos 13:13).
Al terminar la exposición de todos sus juicios, Jehová los firma con un temible nombre: “Dios de retribuciones” (v. 56). Pero, lo que es un notable detalle, esas palabras de juicio contra Babilonia preceden al relato de la destrucción del templo en el capítulo 52. Es necesario que la ruina de los ídolos babilónicos sea anunciada antes de que efectivamente tenga lugar la del Templo (v. 47, 52). Así nadie podrá pensar que esos ídolos son realmente más poderosos que el Dios de Israel. Siete años antes de la toma de Jerusalén, todas esas palabras debían ser escritas en un libro. Y este, después de haber sido leído, debía ser sumergido en medio del Eufrates por mano de Seraías, hermano de Baruc, como testimonio de que Babilonia sería tragada.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"