Estos versículos tratan particularmente de la vida doméstica y de la amistad. Seamos cautelosos para escoger a un amigo. Tengamos la seguridad de que él comparte nuestra fe, que tendremos la libertad de arrodillarnos juntos y que él será capaz de aguzar (o animar) nuestro rostro (v. 17). Pero la amistad no tiene dirección única. Y cuando nos quejamos de la falta de amor de los demás, siempre es una prueba de que lo manifestamos poco nosotros mismos. Porque el amor responde al amor (v. 19).
El versículo 20 nos recuerda que el carácter de los ojos es el de insaciables (1 Juan 2:16) y el versículo 22 que la necedad está indisolublemente ligada a la naturaleza humana (véase también 22:15; Eclesiastés 9:3; Romanos 3:11). Ninguna presión puede alejarla de modo duradero. ¿Comprobación demasiado pesimista? ¡Por desgracia, no! El hombre se halla en permanente estado de rebeldía contra su Creador, rehúsa la gracia ofrecida, no deja de obrar en contra de sus eternos intereses… ¿y no llamaríamos a esto locura? Entonces, ¿cómo hacerse sabio? Al recibir por Cristo la vida divina.
Los versículos 23 a 27 nos hablan de previsión humana, de bienes terrenales y de una corona perecedera. Cristianos, seamos previsores, pero para asegurarnos bienes duraderos (cap. 8:18; Lucas 12:33) y una corona incorruptible (1 Corintios 9:25).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"