Después del retrato del necio (v. 1-12), vemos aquí otros personajes igualmente detestables. El primero es el perezoso (v. 13-16), a quien ya encontramos a menudo. Toma como pretextos peligros o dificultades imaginarios para sustraerse a sus deberes (v. 13) y hasta descuida de alimentarse (v. 15). “La puerta gira sobre sus quicios” (v. 14); «efectúa un movimiento de vaivén, pero queda en el mismo lugar. ¡Preguntémonos si avanzamos más que ella, si hicimos algunos progresos en nuestra vida cristiana!» escribió un creyente. El perezoso se vuelve en su cama. Es posible moverse y agitarse sin llevar a cabo ninguna actividad útil.
También se describe al pendenciero (v. 17-21). El hábil para atizar el fuego de las disputas. Pero el versículo 17 tiene muchas aplicaciones. Tomar partido por conflictos sociales, sindicales, políticos… expone a un hijo de Dios a crueles «mordeduras». Vienen luego el chismoso –quien también contribuye a alimentar las querellas (v. 20-22)– y el falso, quien disfraza el odio de su corazón bajo amables palabras… (v. 23-25; ejemplo 2 Samuel 20:9-10; Jeremías 12:6). Jesús tuvo que ver con diferentes formas de maldad y de hipocresía denunciadas en estos versículos (Mateo 17:17; Salmo 38:12). ¡Cuánto sufrió a causa de ellas!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"