La miel es buena, pero si quisiéramos hacerla nuestro único alimento, pronto nos sentiríamos hastiados de ella. Igualmente los afectos naturales: la amistad, las alegrías de la familia… son agradables y dulces, pero no deben tomar demasiado lugar, a riesgo de transformarse en egoísmo o de llevar a la saciedad (v. 16, 27).
El Evangelio es la buena nueva por excelencia, agua viva para las almas sedientas (comp. v. 25). Y cada creyente es como un canal por el cual puede correr esa agua fresca de la gracia para dar de beber a otros (Juan 7:38). Pero ¡cuidado! un poco de barro en una fuente basta para que su agua sea imbebible. Una falta de firmeza ante el malo, un momento de flojedad y ahí está la fuente turbia y corrompida como cuando se revuelve con un palo el fondo de un arroyo límpido (v. 26).
No gobernar el espíritu es entregarlo sin defensa –cual ciudad sin muros– a todos los asaltos del enemigo (v. 28). Las impaciencias, los resentimientos, los celos, la soberbia, las dudas, las codicias… todos los batallones de malos pensamientos pronto se habrán dado cita en él. En este sentido 1 Pedro 1:13 nos invita a ceñir los lomos de nuestro entendimiento y a ser sobrios o, dicho de otro modo, a contener nuestra imaginación.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"