En su gracia, Dios no quiso dejar a los suyos sometidos a la esclavitud. Les dio un salvador: Moisés, figura de Cristo, cuya historia nos es relatada varias veces en las Escrituras (Hechos 7:20 y sig.; Hebreos 11:23 y sig.). En la arquilla preparada por la madre de Moisés tenemos una imagen de los cuidados que tienen los padres cristianos para proteger a sus hijos contra las influencias perniciosas del mundo exterior. Pero esos cuidados no son suficientes. También se necesita la fe: ¡la arquilla debe ser puesta en el agua! Y Dios responde a esta fe con una liberación providencial. Detrás de la escena, Él lo dirige todo, valiéndose incluso de las lágrimas del niño. Finalmente, el decreto de Faraón solo servirá para preparar en su propia casa un redentor para Israel.
Moisés, ya grande, muestra una fe tan excepcional como la de sus padres. Hebreos 11:24-26 subraya cómo rehúsa el brillante porvenir que se presenta ante él; escoge…, estima…, y ¿cuál es su secreto?: tenía puesta la mirada en el galardón. Gran ejemplo para todos los que tarde o temprano somos puestos ante esta elección: ¡el mundo con su gloria y sus placeres o “el vituperio de Cristo”! Moisés se presenta para liberar a su pueblo. Pero su fracaso también nos instruye. Por muy grande que sea el afecto, no se puede seguir a Cristo con una energía natural (v. 12; comp. Juan 18:10-11).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"