La pereza, especialmente la pereza para escuchar (Hebreos 5:11), para el “alma negligente” tiene todavía muchas consecuencias desastrosas (v. 15). “Hace caer en profundo sueño” a aquel que debería velar para esperar al Señor (comp. Mateo 25:5). Produce el hambre del alma y la penuria espiritual (cap. 20:13). Y, querido amigo, si su alma tiene hambre, no busque engañarla con “lo que no sacia” (Isaías 55:2). Solo un alimento le conviene: la palabra de Dios. Ser nutrido de Cristo, verdadero pan del cielo, según el versículo 23, da la seguridad de no ser visitado por el mal. Al lado de las palabras del conocimiento existe una instrucción que hace divagar (v.27; 1 Timoteo 6:20-21), fruto de los numerosos pensamientos del corazón del hombre (v. 21). Escucharla es desviarse del camino de la desobediencia; es, pues, necesitar la corrección (v. 18, 25). No demos a este vocablo solamente el sentido de castigo, sino pensemos en el piloto que corrige su ruta y rectifica el rumbo de su aparato según las indicaciones de la torre de control. Tal debe ser sobre nosotros el efecto de la corrección del Señor: volver a hacernos tomar la buena dirección. Es el privilegio del hijo (v.18; cap. 13:24), y el entendido sabe aprovecharla (v. 25; cap. 9:8).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"