Mantenerse aparte, vivir para sí mismo, es prueba de egoísmo y a menudo de soberbia. Romanos 15:1-3, al citar el ejemplo del Señor Jesús, nos exhorta a no buscar lo que nos agrada a nosotros mismos (comp. v. 1), sino lo que agrada a nuestro prójimo “en lo que es bueno, para edificación”. Y la lengua constituye el medio de comunicarnos con ese prójimo para su bien o para su mal. La boca puede ser “la fuente de la sabiduría” (v. 4). Pero también puede hacer surgir contiendas (v. 6), chismes (v. 8), jactancia (v. 12; Santiago 3:5), respuestas precipitadas (v. 13), cosas duras (v. 23)… Mas esos tristes frutos de la carne serán comidos por aquel mismo que los produjo (v.20-21 y fin de Lucas 6:38). Le valdrán azotes (v. 6), la ruina, lazo para su alma (v. 7), oprobio (v. 13), muerte… (v. 21). ¡Qué veneno, qué amargo regusto se esconde en esos “bocados suaves”! (v. 8).
Los versículos 11 y 12 nos muestran otro género de locura: la del hombre altanero que pone su confianza en la incertidumbre de las riquezas y se imagina que es protegido por ellas (léase Marcos 10:24). El justo no tiene otra fortaleza sino el nombre de Jehová, más poderoso que la más fuerte torre (v. 10; comp. Salmo 91:2).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"