La paz en una casa tiene más importancia que toda forma de riqueza y de prosperidad (v. 1). El versículo 14 nos enseña cómo empiezan las querellas. Se dejan escapar desdichadas palabras, “como quien suelta las aguas” (v. 14). ¡Trate, luego, de volver a agarrarlas! Pero, cuando la disputa empezó y amenaza enardecerse, la sabia actitud –recordémoslo– es la de irse. También ocurre que, sin formar parte de los reñidores, uno sea el causante de una desavenencia. Por ejemplo, al repetir una cosa en lugar de taparla (v. 9). “El amor cubrirá todas las faltas” (cap. 10:12; 1 Pedro 4:8). Callar las faltas de otro no es disculparlas, al contrario, es sufrir a causa de ellas al punto de tener vergüenza de repetirlas.
El entendido es aquel que, para hacer progresos, sabe sacar partido de toda enseñanza, inclusive de la reprensión.
La fe en el corazón del creyente es mucho más preciosa que el oro. No puede perecer. Pero es necesario que la prueba la purifique de toda aleación. Dios se dedica a ello como el afinador de Malaquías 3:3. Su trabajo limpia a los suyos de todo lo que no es compatible con su santidad y nuestro más grande interés consiste en dejarle obrar (Job 23:10).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"