Un justo se da a conocer en particular por su lenguaje (comp. Mateo 26:73). ¿Le prestamos bastante atención? Ausencia de vocablos groseros, de palabra inconveniente o loca (Efesios 4:29; 5:4). Si tenemos la costumbre de decir todo lo que nos pasa por la mente, los versículos 19 y 20 se dirigen a nosotros. Pero,"plata escogida es la lengua del justo". Ella filtra las impurezas y solo deja pasar lo que tiene valor. El corazón del creyente contiene dos fuentes que fluyen por la misma salida de nuestros labios (Santiago 3:9-11): el manantial de vida (v. 11; comp. Juan 4:14), capaz de apacentar a muchos (v. 21), y la fuente impura de nuestra carne, la que deja brotar todo mal pensamiento (Mateo 15:18-19; véase también Proverbios 12:18). La instrucción de la Sabiduría nos enseñará tanto a hablar como a callar (léase la oración del Salmo 141:-3).
En los versículos 24 a 30 se compara la suerte del justo y la del impío. El malo teme (v. 24); no es el temor de Jehová, sino un vago y supersticioso terror que tiene como telón de fondo la muerte, para la cual no está preparado (Job 15:20-21). ¡Cuán diferente es la parte del creyente! Para la vida presente Dios le otorga sus justos deseos (v. 24). Y, en cuanto al porvenir, su corazón se alegra con una bienaventurada esperanza (v. 28).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"