Retener las instrucciones de la Sabiduría es, en primer lugar, necesario para la vida de mi alma.
No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios
(Lucas 4:4).
Al mismo tiempo, aquello será ante los demás un adorno que me concede la gracia de Dios (v. 22; 1:9; 4:9). De día mi andar se hallará fortalecido por ello y durante la noche descansaré con seguridad. Mi sueño será grato (v. 24). ¿De dónde me vienen las vacilaciones y los errores de juicio que, a menudo, me hacen tropezar durante el día? ¿De dónde los temores y los tormentos de espíritu que a veces me asaltan aun durante la noche? De haber perdido de vista las enseñanzas del Señor, así como la simple confianza en Él (v. 26), por haber razonado según mis propios pensamientos.
Dios, quien conoce mi egoísta corazón, me recuerda luego lo que le debo a mi prójimo (v. 27; Lucas 6:30). Y, como soy su hijo, Él aguarda de mí una entera rectitud y ausencia de segundas intenciones en mis hechos y palabras. Dulzura y mansedumbre son virtudes de las cuales el mundo podría aprovecharse para despojar al creyente que las manifiesta, pero este nunca es perdedor. Dios da “mayor gracia”, como nos lo promete Santiago al citar el versículo 34 (Santiago 4:6).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"