Antes de volver a ocuparse en la educación de su hijo, la Sabiduría escudriña sus disposiciones. ¿Está decidido a dejarse instruir para hallar el conocimiento de Dios? (v. 5). ¿De buena voluntad se incorpora a esa «escuela»? En efecto, ninguna enseñanza es verdaderamente provechosa si no está acompañada del deseo de adquirir ese conocimiento y del sentimiento de su importancia. Ocurre que un mal escolar llega a ser un buen alumno a partir del momento en que comprende que su porvenir depende de su trabajo.
He aquí, pues, se nos ofrecen la sabiduría y la inteligencia. Dios no limita los dones de su Espíritu (Juan 3:34). Pero, al mismo tiempo, hemos de procurarlos, de buscarlos activamente mediante la oración (v. 3; comp. 1 Corintios 14:1). Los versículos 1 a 4 invitan al creyente a realizar siete esfuerzos. En efecto, si nuestro corazón no está firme y personalmente comprometido, la mejor de las educaciones no podrá resguardarnos mucho tiempo (comp v. 10-11; véase Daniel 1:8). Propenderemos a alinearnos en el ambiente en el cual nos hallemos; estaremos, pues, a merced de malas influencias (v. 12-22). Y el día que haya que partir de la casa paterna podría ser un viraje fatal (léase 1 Corintios 15:33).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"