Todos los sentidos, todos los vitales órganos del creyente deben quedar bajo el control de la sabiduría. Querido amigo creyente, Dios ha puesto esa sabiduría a tu disposición (Santiago 1:5). Mediante ella eres responsable de vigilar tu oído (v. 20), tus ojos (v. 21, 25), tus pies (v. 26-27; véase Salmo 119:101), tus pensamientos, tus labios (cap. 5:2). Y sobre todo tu corazón, ese centro motor que gobierna a todo el ser (v. 23). Si es atrapado, estás perdido. ¡Cuántos han malogrado su vida y derramado amargas lágrimas por haber dejado que en el tiempo de su juventud se desarrollara una inclinación que no era según el Señor!
Así como los labios son la puerta de salida del corazón, los ojos son su principal puerta de entrada. Cuidemos, pues, que nuestros ojos miren rectamente hacia adelante, puestos en Jesús, meta de la carrera de la fe (Hebreos 12:2). De esta manera ninguna codicia podrá hallar un complaciente acceso al corazón.
Los versículos 8 y siguientes describen la miseria de aquel que se ha dejado apartar por la “mujer extraña”; da sus años “al cruel” (v. 9). Demasiados años hemos dado a Satanás antes de nuestra conversión. ¿Querríamos volver a estar bajo su dominio?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"