La Sabiduría asumió la tarea de educar a sus hijos o, dicho de otro modo, a sus discípulos. Pero igualmente se vuelve hacia afuera para invitar a otros a llegar a serlo. Dios no dio su Palabra solamente para instrucción de los creyentes; también ella es el Evangelio de la gracia que muestra a los inconversos el camino de la salvación. Vea a la Sabiduría –y a través de ella al Señor Jesús– buscar diligentemente a las almas por doquier se extraviaron. Quizás conozcamos –por haberlos frecuentado antes de nuestra conversión– esos lugares ruidosos en los que el mundo se aturde. La sabiduría clama para hacer oír su voz por encima de toda esa algarabía (comp. Juan 7:37; 12:44). Y esa Palabra que Dios hace anunciar en todas partes tiene un doble efecto: salvación para unos, condenación para otros (comp. Hechos 17:32-34). Para los desdichadamente numerosos que rehúsan escuchar, la misma voz que hoy hace resonar los apremiantes llamados de la gracia un día se tornará irónica y terrible (v. 26). Entonces será demasiado tarde (comp. v. 28 con Amós 8:12). Mas todos aquellos que escuchan habitarán en seguridad, sin temor del juicio (v. 33). Aprovecharán la promesa del versículo 23: “He aquí yo derramaré mi Espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras”.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"