Dos maneras de morir
“Si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24). “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor” (Apocalipsis 14:13).
Cualesquiera que sean las causas de fallecimiento contadas por las estadísticas, sea que se muera en la cama, en el hospital o en la carretera… conforme a las Escrituras sólo hay dos maneras de morir.
La primera, aterradora, está reservada a los incrédulos. “Si no creéis que yo soy (Jesús, el Hijo de Dios), en vuestros pecados moriréis”. Morir en sus pecados, es presentarse delante de Dios, que es santo, como un culpable delante de su juez, con la certidumbre de la condena. Los pecados olvidados o minimizados (pero que Dios ha registrado fielmente) serán un día presentados de nuevo delante de cada uno. Ningún abogado delante de este tribunal, sino sólo un Juez inflexible y que lo sabe todo. “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:15).
Mas la gracia de Dios ha dado al hombre la opción de morir de otra manera.
Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo
(Hechos 16:31).
El que cree es revestido de la justicia de Cristo, la única que pone a cubierto de la condenación. Cristo murió por el pecador arrepentido y éste puede morir “en el Señor” en completa paz.
No es la gente más culpable la que irá al infierno, sino los que no hayan querido creer. Y no será la gente más honorable la que tendrá un lugar en el cielo, sino solamente aquellos que por la fe hayan muerto en el Señor.