Compendio y división del Apocalipsis

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Prólogo

El Apocalipsis es un libro profético. Parece casi innecesario decirlo, pero es imperativo afirmarlo frente a tantas increíbles aberraciones que su explicación ha hecho nacer. Toda profecía de la Escritura (2 Pedro 1:20) puede tener actualmente su cumplimiento parcial, pero ninguna se detiene allí; todas tienen en vista el tiempo profético del fin. El Apocalipsis mismo se refiere, por ejemplo en las siete iglesias, a la dispensación actual (cap. 2 y 3), pero la lleva hasta la venida del Señor y el rechazo definitivo de la iglesia profesante, sin que ni el uno ni el otro de estos acontecimientos aún haya tenido lugar. Todo lo que sucede después de ese regreso y ese rechazo –es decir, como lo veremos más adelante, la tercera gran división de este libro– no concierne a los tiempos actuales, salvo algunas débiles analogías. Como libro profético, el Apocalipsis trata de la ruina final de nuestra dispensación y de lo que acontecerá para que esta haga lugar al glorioso reinado de Cristo.

El Apocalipsis es un libro de juicios. Luego volveremos a referirnos ampliamente a esta verdad. Cristo se revela en él como juez de la Iglesia responsable y del mundo.

A este hecho se vincula otro. El Apocalipsis es, en un sentido, el libro de la venida de Cristo. No se trata (salvo ocasionalmente en el cap. 3:11 y en los últimos versículos del cap. 22, los que no forman parte de la profecía) de la vuelta del Señor para arrebatar a su Iglesia, sino de su manifestación en juicio, segundo acto de su venida en el Nuevo Testamento. Esta manifestación tiene por objeto el establecimiento del reinado del Señor, y el juicio es el medio para introducirlo.

Notemos todavía un hecho importante: el Apocalipsis es un libro simbólico. El símbolo, como lo dijo un autor, encierra «un pensamiento infinito en una forma limitada». Él es necesario, pues, para hacernos entender un inmenso conjunto de verdades que no podríamos abarcar de manera alguna sin él. El símbolo nos presenta, ora un ser viviente (ángel, hombre, animal), ora un grupo de seres vivientes, ora un objeto inanimado o un grupo de objetos destinados a presentarnos ciertas cualidades morales cuyo conjunto nos sería incomprensible sin esta representación. Todo es símbolo en el Apocalipsis; es inútil multiplicar los ejemplos de ello porque comprenden el libro entero (exceptuado, sin embargo, el cap. 11:4-13 y el trozo que va desde el cap. 20:4 hasta el cap. 21:4). Nombremos solamente el Cordero, los ancianos, la mujer y el hijo varón, la ramera, los dos testigos, los 144.000 señalados, los cuatro seres vivientes, las dos bestias, el trono, Babilonia, la nueva Jerusalén, etc.

El libro del Apocalipsis, salvo la introducción (cap. 1:1-8) y los últimos versículos (cap. 22:16-21) está dividido en tres partes de dimensiones muy desiguales:

A. Las cosas que Juan vio (cap. 1:9-20)
B. Las cosas que son (cap. 2 y 3)
C. Las cosas que han de ser después de estas (cap. 4 al 22:5)