Introducción
Este libro es una revelación de Jesucristo que Dios le dio a él mismo, transmitida a Juan, no por un ángel cualquiera, sino por “el ángel”, el representante de Cristo, para que el apóstol (profeta en este libro) dé testimonio de las cosas que constituyen su visión. Esta revelación de Jesucristo no es tan solo una revelación que le pertenece y que él nos la comunica, sino que también se refiere a su persona. Indudablemente conocemos al Señor bajo caracteres mucho más preciosos, más elevados, más íntimos que los que se nos presentan aquí, pero sin este libro nos faltarían muchos rasgos de nuestro amado Salvador y no poseeríamos un Cristo completo. Por ejemplo, tenemos el Cordero, el León de la tribu de Judá en medio del trono, el triunfador Hijo del hombre llevando todos los ejércitos del cielo a la victoria final, todas sus manifestaciones angelicales, y muchos otros caracteres que señalaremos oportunamente.
Esta revelación de Jesucristo es enviada a las siete iglesias simbólicas –es decir, a lo que vino a ser la Iglesia entregada a su responsabilidad–, pero no les está dirigida. Ella está dirigida al profeta Juan, quien la da a conocer al ángel de la iglesia y a aquellos para los cuales ella está destinada y que tienen oídos para oír. Ello establece una gran diferencia con las demás epístolas dirigidas a las iglesias en el Nuevo Testamento. Los que reciben estas comunicaciones y las aprovechan son aquellos que pueden decir: “Al que nos ama”.
El carácter de la venida de Cristo en este libro es dado en el versículo 8.