Ante Dios o ante los hombres
Notemos el hecho indiscutible: hay que hacer una distinción entre la fe que justifica al creyente ante Dios, quien no tiene necesidad de ver los frutos para conocer la naturaleza del árbol, y la justificación del creyente delante de los hombres. Ellos, a diferencia de Dios, tienen la necesidad de ver los frutos para estar convencidos.
No podríamos terminar esta rápida exposición sin hacer resaltar que el apóstol Pablo, quien acomete con tanta fuerza contra la doctrina de la salvación por las obras, como lo hemos mostrado más arriba, se encuentra en perfecto acuerdo con Santiago. Pablo también insiste en la necesidad de que el creyente ande en el camino de las buenas obras, pero no buenas obras para ser salvo, sino buenas obras porque ya se es salvo. Dicho de otro modo, estas obras son la consecuencia de la salvación y no el medio para obtenerla. Esto es lo que resulta de las enseñanzas del apóstol Pablo en las citas que encontramos a continuación, las cuales deberíamos leer y meditar atentamente.
En efecto, la armonía de los pensamientos expresados por el apóstol Pablo por una parte y por Santiago por otra, se nos aparece aun más bella y en toda su perfección cuando consideramos estas preciosas declaraciones del apóstol Pablo. Después de haber dicho: “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”, añade: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:8-10).
En su epístola a Tito dice: “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia”. Luego añade: “Palabra fiel es ésta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras” (Tito 3:4-5, 8).
En esta misma epístola a Tito, el apóstol le dice: “Presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras” (cap. 2:7). Y añade: “Jesucristo se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (cap. 2:14). Y además: “Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra” y más adelante: “Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras” (cap. 3:1, 14).
Como Santiago, Pablo atribuye gran valor a lo que se refiere a las obras, las buenas obras, siendo del mismo parecer que Santiago. Entre ellos existe una armonía perfecta, pero cada aspecto debe ser colocado en el lugar que le corresponde.