Decir o mostrar
¿Cuál es la meta de las obras citadas por Santiago, es decir, las obras de la fe? Es simplemente demostrar la fe existente (si realmente existe). Estas obras son la prueba, la demostración de la fe.
Volvamos al tema con la pregunta de Santiago 2:14: “¿Qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?”. No hay ningún provecho decir: «¡Tengo fe!». No se trata de decirlo solamente sino de probarlo, de demostrar la fe existente por medio de sus obras. Por ejemplo, yo –un ignorante de las maravillas de la música– fácilmente puedo decir que toco muy bien el piano. ¿Qué aprovechará decirlo (empleando el lenguaje de Santiago), tanto para mí como para los demás? Aquellos ante quienes me jacte no dejarán de decirme: «Estamos dispuestos a creerte, pero ponte al piano, pues quisiéramos admirar tu manera de tocar y oírte para llegar a una convicción». Ésta sería la única manera de demostrarlo. Se precisa la prueba, y es el punto sobre el cual insiste Santiago. Es exactamente el carácter de las obras indicadas por él. Entonces, uno no saca ningún provecho al decir que tiene fe. Si la fe existe, es necesario que se manifieste. Y solo podrá manifestarse por obras, las cuales necesariamente serán obras de fe, es decir, la prueba de la fe.
En los versículos 15 y 16 del capítulo 2, donde Santiago mantiene su argumentación, él nos da el ejemplo de un hermano o una hermana que estén desnudos y tengan necesidad del alimento diario. Nos plantea esta cuestión: ¿De qué aprovechará decir: “Id en paz, calentaos y saciaos”, si no les damos “las cosas que son necesarias para el cuerpo”? En el versículo 17 dice: “Es (una fe) muerta en sí misma”, es decir, una fe de palabras solamente.
Pero prosigamos el conciso razonamiento de Santiago. En el versículo 18 leemos: “Alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras”. Pero no añade: «Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mis obras sin la fe». ¡No!, sino: “Muéstrame tu fe sin tus obras” (lo cual es imposible) “y yo te mostraré”, no mis obras sino “mi fe por mis obras”. Con toda evidencia, las obras son dadas aquí como la demostración, la prueba de la fe. Y en el versículo 19 se nos dice: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”. No se trata aquí de la fe que salva, la fe justificante, de la cual hablan tanto el apóstol Pablo como Santiago, en común acuerdo sobre este punto y no en contradicción uno con otro.