Una salvación tan grande

Conclusión

Al llegar al final de nuestro estudio sobre los diferentes aspectos de la salvación, podemos comprender mejor por qué la Palabra de Dios habla de “una salvación tan grande”.

“Una salvación tan grande” primeramente es necesaria para responder a la completa perdición a la que el pecado nos había llevado. Culpables, condenados, esclavos, perdidos, corrompidos, caídos, muertos en cuanto a Dios, sin fuerza, perteneciendo a una creación mancillada y limitada en el tiempo, son otros tantos aspectos de los estragos causados por el pecado. Pero Dios responde a ello por medio de “su grande misericordia” y “las riquezas de su gracia” (1 Pedro 1:3; Efesios 1:7 y 2:7).

Es “una salvación tan grande” porque se basa en una obra divina realizada para nosotros y que prosigue a través de un trabajo divino en nosotros. El Señor cumplió una obra perfecta, única, independiente del hombre pero en favor de aquellos que creen. Esta obra de la cruz nos confiere una bendita posición ante Dios. Él nos ve en Cristo perdonados, justificados, rescatados, reconciliados y santificados. Seguidamente es necesaria una intervención divina interior en cada uno de nosotros para que nuestra condición moral y nuestra conducta sean igualmente transformadas. Así, somos hechos libres, renovados en nuestros pensamientos y prácticamente separados del mal. Somos poseedores de la naturaleza divina, de la vida de Cristo y del Espíritu Santo. Formamos parte de la nueva creación.

Es “una salvación tan grande” porque concierne a todas las etapas de nuestra vida: el pasado, el presente y el futuro. En el momento de nuestra conversión fuimos salvados una vez para siempre; es un hecho pasado con consecuencias eternas. Sin embargo, como hay peligros que nos amenazan cada día, el Señor nos proporciona una salvación presente para librarnos del mal y hacernos gozar de su comunión. Finalmente, esperamos una liberación futura. Solo seremos perfectamente salvos en la gloria. Esta será la redención final que comprenderá todo nuestro ser. La reconciliación tendrá entonces su pleno efecto y la nueva creación alcanzará su pleno desarrollo.

Es “una salvación tan grande” porque a las bendiciones individuales –objeto de este libro– el Señor añade bendiciones colectivas. Somos salvados uno a uno, pero somos bendecidos todos juntos, ya que estamos unidos a Cristo para formar la Iglesia, el cuerpo de Cristo, la Esposa, un reino de sacerdotes, una familia que pronto será reunida en la casa del Padre.

Es “una salvación tan grande” porque, finalmente –razón suprema–, tiene su fuente en lo infinito del amor de Dios. ¡Qué gloriosa obra ha sido hecha para salvarnos! Dios envía a su único Hijo para que sea el Salvador del mundo. El Hijo pone su vida por los hombres, como sacrificio a Dios. El Padre es glorificado; lo resucita, le da la gloria y lo constituye Sumo Sacerdote para nosotros. El Espíritu de gracia (Hebreos 10:29) viene a formar la Iglesia, mora en ella y revela las glorias del Hijo. De modo que la verdadera grandeza de nuestra salvación resulta del trabajo divino que la llevó a cabo. ¿Qué fuente habría podido ser más elevada que el amor de Dios? ¿Qué medio más profundo que el sacrificio de Jesucristo? ¿Qué autor más grande que el amado Hijo del Padre, nuestro maravilloso Salvador?