Varios «motivos» para mentir
Hemos visto hasta dónde, desgraciadamente, somos capaces de llegar en las variantes de la mentira; ahora vamos a ver cuáles son los motivos que nos incitan a decir mentiras. Esto nos ayudará a estar más atentos y sensibles en nuestra actitud respecto a la verdad.
Debemos tener cuidado de no hacer diferencia entre «buenos» y «malos» motivos. ¡Ningún «buen» motivo justifica una mentira, porque mentir siempre es un pecado! A menudo se dice: «Una mentira solo es reprensible si le hace daño a alguien». Así se minimiza la mentira, llamándola con términos como «contar patrañas, decir embustes o embaucar». ¡Pero no nos dejemos engañar por semejantes opiniones!
La mentira por mala conciencia
Todos conocemos esto desde la niñez. Hemos hecho algo malo y por miedo al castigo lo negamos. Sin embargo, deberíamos darnos cuenta de que esto no anula el pecado. Al contrario, ¡si mentimos todo empeora! El único y correcto camino siempre es reconocer honestamente la mala acción.
La mentira piadosa
Aquí también interviene el miedo, pero más bien el miedo a un peligro inminente que nos pueda tocar, posiblemente sin tener la culpa. Este peligro puede amenazar a la propia persona o a seres cercanos a ella. Así fue como Pedro negó al Señor Jesús, para salvar su pellejo. Además, él mismo se había puesto en un gran peligro espiritual al querer calentarse en «terreno enemigo», donde se vio envuelto en conversaciones peligrosas. Rahab quiso protegerse a sí misma y a otros cuando dio informes falsos a los hombres que querían atrapar a los espías israelitas (Josué 2:1-6). Según Santiago 2:25, su obra de fe solo consistió en haber recibido a los espías y enviarlos por otro camino.
En general, la mentira piadosa se considera una mentira necesaria. El creyente, en cambio, no necesita de eso. Puede confiar en Dios, quien tiene el poder de ayudar en cualquier apuro. Sin embargo, ¿qué cristiano no se ha sorprendido varias veces, usando una mentira piadosa? ¡Y una mentira piadosa no es más que una mentira!
La mentira por el deseo de enriquecerse o por avaricia
El apóstol Pablo escribe:
Raíz de todos los males es el amor al dinero
(1 Timoteo 6:10),
¡y por ende también de la mentira! Esto puede empezar con la declaración de impuestos donde conscientemente se indican falsos datos. Al vender un auto se exageran sus ventajas y se callan sus defectos; se difama a un colega para que éste no consiga el puesto que uno desea para sí mismo.
Desgraciadamente, en el mundo se cultiva la mentira a través de refranes como: «El honesto es tonto». Dios, en cambio, dice: “Amontonar tesoros con lengua mentirosa es aliento fugaz de aquellos que buscan la muerte” (Proverbios 21:6). ¡No tratemos de sacar provecho deslealmente!
La mentira por afán de notoriedad o por el deseo de sobresalir
A veces no se trata tanto de dinero, sino de ser apreciado. Uno desea parecer mejor de lo que es. En casi todas las esferas de nuestra vida existe este peligro. He aquí unos ejemplos:
- Uno desea parecer más piadoso de lo que es: ¿Nos ponemos una «máscara santa» los domingos? ¿Pronunciamos frases que suenan espirituales pero que no corresponden al estado de nuestro corazón? Ése era realmente el motivo de Ananías y Safira cuando mintieron a Dios (Hechos 5:4). ¡Y qué castigo tan terrible recibieron!
- Deseamos parecer más hermosos de lo que somos, de cómo Dios nos ha creado. Acerca de eso, ¿cómo está el asunto del maquillaje y de otros esfuerzos para tener una apariencia mejor?
- Uno desea parecer más inteligente de lo que es: ¿Conseguimos a veces admitir una falta o un fracaso, o solo nos jactamos de nuestros éxitos? ¡Esto fácilmente puede volverse una mentira!
- Uno quiere parecer más amable de lo que es: En público se nos conoce como personas amables, pero en casa con la propia familia andamos refunfuñando continuamente. Un caso especialmente trágico es cuando uno se jacta de un hecho que no ha cometido, ¡y por el cual, sin pensarlo, recibe el castigo! Un ejemplo es el joven que le contó orgullosamente a David que había matado a Saúl. Enseguida fue ejecutado (2 Samuel 1:2-16).
La mentira por cortesía o consideración
A veces no nos atrevemos a decirle la verdad al otro con toda franqueza. No queremos ofenderlo o lastimarlo, entonces usamos una mentira «para su bien». Pero, ¿le ayudamos realmente así?
En general es mejor no decir nada. Sin embargo, cuando nos preguntan directamente cuál es nuestra opinión, una respuesta amable y llena de tacto será lo correcto. También se puede aliviar la situación haciendo propuestas constructivas o subrayando que uno también podría tener otra opinión.
¿Pero qué hacer cuando, por ejemplo, un regalo de cumpleaños no nos gusta en absoluto? Debemos recordar que quien lo obsequia se esforzó mucho, gastó dinero y seguramente quería darnos una alegría. Luego no nos costará trabajo dar las «gracias» con una sonrisa sincera.
Como ya lo hemos dicho, hay situaciones donde no siempre es conveniente decir toda la verdad, por ejemplo en el caso de enfermedades muy graves. En estas situaciones necesitamos mucha sabiduría para decir lo que conviene y callar lo demás. ¡Pero no mentir!