Decir mentiras
Primero vamos a tomar conciencia de dónde ha salido el «principio de la mentira». Los primeros hombres no tenían ningún motivo para mentir. Poseían todo lo necesario para ser felices. No tenían problemas, todo les pertenecía, gozaban de una comunión ininterrumpida con Dios. Pero existía alguien que había sido mentiroso desde mucho antes: el diablo. El Señor Jesús lo llama “padre de mentira” (Juan 8:44); él es la raíz del «principio de la mentira». Y a través de una mentira sedujo luego a toda la humanidad para que pecara (comparar Génesis 2:16-17 con 3:1, 4). Por eso cuando decimos una mentira, ¡andamos en las pisadas del diablo!