¡“Retén firme lo que tienes”!
¿Acaso volveríamos poco a poco a lo que nuestros padres o nosotros mismos, hemos abandonado por ser malo? ¿Nos inclinaríamos hacia lo que no está establecido sobre «el firme fundamento de Dios»?
¡Que Dios nos anime a ser fieles y a mantenernos firmemente ligados a los principios divinos, a los cuales –en su gracia– nos hizo solícitos en estos últimos días! ¡Ojalá lográsemos, separados de todo mal, caminar con corazones anchos en la senda estrecha de la verdad! ¡Que él nos guarde de todo espíritu de partido, de todo sentimiento sectario, para aceptar a la mesa del Señor a todo creyente sincero, sano en la doctrina y en la marcha; aun cuando todavía no esté instruido en toda la verdad! ¡Guardémonos de poner a la mesa del Señor límites más estrechos que los que el mismo Señor ha establecido!
Y con la misma prudencia, ¡cuidémonos de creer que la presencia del Señor y su Mesa se hallen en todas partes, en todas las iglesias y denominaciones de la cristiandad! Semejante pensamiento nos expondría a tener nuestra visión espiritual completamente oscurecida y volvería infaliblemente a conducirnos –tarde o temprano– dentro del “campamento” que hemos abandonado, no por orgullo espiritual, ni por motivos personales, sino por obediencia al Señor. Además, dicha idea está en contradicción abierta con Mateo 18:20, 1 Corintios 10:15-22, Hebreos 13:13 y con otros pasajes de la Palabra de Dios.