Volver a “lo que era desde el principio”
¿Qué es lo que llevó –a partir de 1830 (en el tiempo del Despertar)– a nuestros amados hermanos a salir “fuera del campamento” de la cristiandad? ¿No era para salir hacia Cristo, llevando su vituperio? (Hebreos 13:13). El Espíritu de Dios les abrió los ojos en cuanto a la verdadera naturaleza de la Asamblea, cuerpo de Cristo, verdad olvidada durante largo tiempo, y que nos es presentada en la “mesa del Señor”. ¿Y qué debían hacer tras obedecer al mandamiento divino de apartarse de toda iniquidad y purificarse? (véase 2 Timoteo 2:19-22); ¿fundar una nueva iglesia? No, eso tan solo hubiera aumentado la confusión existente y los hubiera dejado sobre la arena movediza de las opiniones y organizaciones humanas. Solo les quedaba un camino: volver a “lo que era desde el principio”.
Hacía falta humillarse profundamente en cuanto a la ruina general, reconocer con gratitud la inmutable verdad de Dios y volver a colocarse sobre el fundamento que él estableció en Cristo. Sus pensamientos nunca han cambiado, aunque la unidad del Cuerpo (tal como nos es representada en la mesa del Señor) haya sido perdida de vista desde los tiempos apostólicos.
Es posible que, en este orden de cosas, la mesa del Señor nunca haya dejado de existir. Tal vez a través de los siglos, algunos creyentes, en forma aislada, se percataron del significado de la misma. Incluso, puede ser que algunas “manadas pequeñas” se reunieron en torno a Cristo, según el referido pasaje de Mateo 18:20 y realizaron por la fe la preciosa verdad de 1 Corintios 10:17, aunque la historia de la Iglesia no lo menciona. De los cristianos de aquel entonces, no nos ha llegado cántico alguno expresando la adoración colectiva al Padre, por parte de la familia de Dios reunida alrededor del Señor Jesús. Fue solamente en la primera mitad del siglo 19 cuando –mediante la poderosa obra del Espíritu de Dios– hubo un retorno a las verdades conocidas por los cristianos primitivos, las cuales inspiraron himnos de adoración colectiva.
Unos pocos creyentes –cuyas conciencias Dios despertó– empezaron a reunirse en el nombre de Jesús. Así han vuelto a celebrar la cena del Señor sobre la base que Dios requiere, es decir, por un lado recordando la muerte del Señor y anunciándola; por otro lado proclamando, asimismo, la unidad del Cuerpo de Cristo. Como antiguamente, en tiempos de Esdras, “colocaron el altar del holocausto sobre su antigua base” (Esdras 3:3); o como en tiempos de Moisés, volvieron a celebrar la Pascua
En el lugar que escogiere Jehová tu Dios para hacer habitar allí su nombre
(Deuteronomio 16:6).
Obtuvieron así la aprobación de Dios, quien reconoció y recompensó su fidelidad de modo maravilloso.