El poder de Dios despierta aclamaciones de alegría en aquellos que son objeto de su salvación. Otrora, a orillas del mar Rojo, un pueblo redimido había hecho subir hacia Dios el cántico de la liberación. Pero ¡ay!, la historia de Israel desde sus primeros pasos en el desierto nos enseña que se puede ser testigo de las obras de Dios (v. 9) y no conocer sus caminos (v. 10). Nos muestra también que no solo el impío Faraón había endurecido su corazón (Éxodo 8:15, 32 y sig.) sino que incluso Israel no había tardado en hacer lo mismo (v. 8). Los propios nombres de “Masah” (tentación o prueba; véase Éxodo 17:7) y “Meriba” (rencilla) son grabados para siempre en su historia (comp. Números 11:3, 34). Estos pasos en falso jalonaron sus tristes etapas a través del desierto y sirvieron para designarlas. Procuremos que estos nombres, queridos amigos, estén también en nuestro camino como postes indicadores que nos sirvan de solemne advertencia.
La epístola a los Hebreos cita y comenta este salmo para nuestro provecho:
Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones (cap. 3:7).
Al Señor se le debe oír con el corazón. Ojalá que el nuestro sea, hoy, sensible a “su voz” y Él podrá hacernos entrar, mañana, en su glorioso descanso.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"