La promesa hecha a David en 2 Samuel 7:13, y recordada en nuestros versículos 4 y 28, se complementaba con una condición: si sus descendientes cometieran iniquidades, Dios no dejaría de castigarlos (v. 30-32; 2 Samuel 7:14). ¡Ay!, conocemos la triste historia de esa realeza de Judá y nuestros versículos 38 y siguientes muestran que, en lo que concierne al castigo, Dios cumplió su palabra. Todas las pruebas de Israel, incluida la tribulación que le aguarda aún, son la consecuencia de esa infidelidad.
El peor de los padecimientos para los creyentes es la vergüenza y el oprobio que recae sobre su Dios (v. 41, 45, 50-51). “¿Hasta cuándo…?” (v. 46). ¿Cuántas veces hemos oído ya en los salmos esta angustiada pregunta? (por ejemplo: cap. 74:10; 79:5; 80:4 y sig.). El tiempo parece largo cuando se sufre (Job 7:3-4). En contestación a ese grito, Jehová acortará su juicio sobre la tierra (Romanos 9:28; Marcos 13:20). Porque su última palabra no es el castigo, al que el profeta Isaías llama “su extraña obra” y “su extraña operación” (cap. 28:21). Según su misma promesa, Dios hará que su pueblo goce para siempre de sus misericordias en Cristo, el Hijo de David (v. 49; 2 Samuel 7:15 y sig.).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"