Para confirmar las promesas que se hacen recíprocamente, los hombres intercambian firmas o prendas. Pero Dios, para garantizar el cumplimiento de las suyas, dio su propio Hijo.
Todas las promesas de Dios son en él Sí y en él Amén
(2 Corintios 1:20).
¿Quién podría dudar de los compromisos asegurados por semejante Persona? “He puesto el socorro sobre uno que es poderoso” (v. 19). ¿Conocemos este socorro, queridos amigos? ¿Lo solicitamos a veces a ese Poderoso? Él está siempre preparado a desplegar su poder a favor de aquellos a quienes condesciende en llamar sus “hermanos”. Si se hizo hombre fue a fin de salvarlos, pero también para ser capaz de simpatizar con sus debilidades humanas (Hebreos 2:17; 4:15).
Todo el amor de Dios hacia el verdadero David se discierne en las expresiones que emplea para hablar del que es su escogido, su santo (v. 3, 19), el siervo a quien halló y ungió. Solo Cristo puede ser llamado “el más excelso de los reyes de la tierra” (v. 27). Los creyentes ya tienen el privilegio de conocerle y de esperar su venida con fervor (2 Timoteo 4:8).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"