Pese a su ruina y a su miseria enceguecedoras, Jerusalén y Judá estaban hinchados de soberbia y de pretensión. Pero, cuando venga el día del cual hablan los versículos 12 a 21,
La soberbia de los hombres será humillada; y solo Jehová será exaltado en aquel día… (v. 11, 17).
Dios hará saber públicamente lo que piensa de la gloria y del genio humanos (con todos sus agradables objetos de arte, v. 16). El versículo 22 va mucho más lejos aún. “Dejaos del hombre” no solo es la conclusión de nuestros dos capítulos sino la de todo el Antiguo Testamento; es la irrevocable sentencia de Dios sobre la raza humana de la cual Israel no es más que una muestra. Poco después, la cruz pondría punto final a esa experiencia del hombre en Adán. De ahí en adelante, Dios no hace caso de él y, de acuerdo con Él, tenemos el privilegio de considerarnos “muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (Romanos 6:11).
Este libro de Isaías empieza como la epístola a los Romanos, cuyos primeros tres capítulos formalmente establecen la culpabilidad del hombre y, por ende, su necesidad de justificación. La salvación de Jehová, significado del nombre de Isaías, podrá entonces ser revelada más adelante en la persona de Cristo, el Salvador (cap. 40 y sig.)
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"