- A las jóvenes, los versículos 18 a 23 les enseñan que los refinamientos de la moda no datan de nuestro siglo. ¿Hay algo más insoportable –y al mismo tiempo más ridículo (véase v. 16, final)– que esa extrema preocupación por la propia persona, ese deseo de atraer la atención y la admiración de los demás? De todos esos accesorios del vestir y esos adornos, Dios nos hace notar la vanidad. ¿Quiere decir esto que una creyente no debe cuidar su “atavío”? ¡Al contrario! La Palabra le enseña aun la manera de hacerlo. Buenas obras (1 Timoteo 2:9-10), un espíritu afable y apacible (1 Pedro 3:2-6), son el adorno moral que a Dios le gusta; esto sin perder de vista que nuestra manera de vestirnos no le deja indiferente.
Lo que Dios da a su pueblo al final de su historia recuerda sus cuidados del principio, o sea, “nube y oscuridad de día y de noche resplandor de fuego” (comp. Éxodo 13:21-22) como para asegurarle: Nunca dejé de poner los ojos en ti.
Aquí termina el prefacio del libro. Nos ha mostrado la ruina total de Judá y de Jerusalén, los juicios que les alcanzarán, pero también su restauración y la gloria de Cristo (el renuevo del Señor, fuente y poder de vida, v. 2).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"