El Rey en su belleza

Salmos 45

Bajo la acción del Espíritu Santo, “escribiente muy ligero”, este salmo nos invita a alabar a Cristo, el Amado, quien supera en hermosura y en gracia a todos los hijos de los hombres. Pero antes de brotar de los labios, la alabanza ha sido preparada y meditada en un corazón que rebosa (Mateo 12:34); ella celebra su persona, sus palabras, sus obras.

Se ha podido decir que el culto del domingo es el cántico que reúne todas las estrofas que el Espíritu ha enseñado al redimido durante los días de la semana sobre los inagotables temas de las glorias y de las gracias del Señor Jesús. Él es “el rey”, pero los versículos 6 y 7, citados en la epístola a los Hebreos (cap. 1:8-9), lo llaman “Dios”. Cuando aparece en su majestad y su magnificencia, es objeto de una universal admiración. Su poder se afirma con el terrible juicio que él cumple (v. 3-5). Hay perfumes que impregnan sus vestidos: la mirra recuerda sus sufrimientos, el áloe su muerte (Juan 19:39) y la casia su elevación. Pero lo que para Cristo tendrá más valor que todas estas glorias será la hermosura de la Esposa que le será presentada (aquí Jerusalén) y el amor que ella le retribuirá. Amigo creyente, es tu privilegio expresarle desde ahora ese amor agradecido. “Inclínate” –o prostérnate– “a él porque él es tu Señor” (v. 11).

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"