Lo que uno experimenta cuando ha pecado

Salmos 38

La enseñanza dada en el Salmo 37 parece haber sido comprendida. El fiel no reclama más la destrucción de los pecadores que le fue prometida expresamente. En lugar de irritarse a causa de los que hacen el mal, siente profundamente su propio pecado (v. 3-5). Al mismo tiempo se da cuenta de que está en la mano de Dios, quien le reprende y castiga; y en él espera (v. 15).

No le corresponde a él mismo responder a aquellos que le persiguen; menos aún vengarse. “Tú responderás, Jehová Dios mío”. Ahí reconocemos las enseñanzas del Nuevo Testamento: “No paguéis a nadie mal por mal… no os venguéis vosotros mismos, amados míos… yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:17, 19). La única respuesta que tenemos derecho de dar al mal que se nos hace, es… el bien; es lo contrario de estos “enemigos” (v. 19), de estos “contrarios” que “pagan mal por bien” (v. 20). Y el sorprendente motivo nos está aquí revelado: “… por seguir yo lo bueno”. El celo, el deseo perverso de suprimir lo que ponía en evidencia, por oposición, su propia maldad, tales son los horrorosos sentimientos que condujeron a los hombres a matar al Santo y al Justo (Juan 10:32; 1 Juan 3:12; Hechos 3:14-15).

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"