Para refrenar la voluntad propia del creyente, a veces Dios debe utilizar el cabestro y el freno (Salmo 32:9). Y para refrenar la lengua, ese pequeño miembro indómito, la “mordaza” puede ser necesaria (v. 1; Santiago 3:2).
Nosotros, quienes tenemos tanta dificultad para callar, particularmente cuando se nos perjudica, pensemos en el perfecto ejemplo del Cordero que no abrió su boca (v. 9; Salmo 38:13; Isaías 53:7; 1 Pedro 2:23).
“Diste a mis días término corto” (v. 5). Breve es la existencia… y, sin embargo, es desperdiciada insensatamente por muchos en su vana agitación por amontonar bienes terrenales (v. 6; Eclesiastés 2:21, 23). Consideremos con atención los cuatro “ciertamente” de los versículos 5, 6 y 11. No solo el hombre es “completa vanidad” (v. 5, 11), sino que “solamente en una semejanza de realidad anda…” (v.6, V. M.). Sobre la escena de este mundo, donde el drama humano está por acabar, los personajes y el decorado pronto serán puestos de lado. “La apariencia de este mundo se pasa” (1 Corintios 7:31). Lo verdadero, firme, imperecedero, es lo que pertenece al dominio invisible y celestial (1 Pedro 1:4). Al comprender que nada puede esperar de un mundo tal, el fiel se pregunta: “Y ahora, Señor, ¿qué esperaré?”, y se da la respuesta a sí mismo:
Mi esperanza está en ti (v. 7).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"