No irritarse – Confiar en Dios

Salmos 37:1-22

El Salmo 37 no es, como la mayoría de los precedentes, una oración del fiel a propósito de los malos que le atormentan. Por el contrario, aquí le llega la contestación divina. No le trae todavía la liberación esperada sino los preciosos recursos y las instrucciones para hacer frente al mal que le rodea. ¡Cuántas veces hacemos esta experiencia! En contestación a nuestra oración, el Señor, en lugar de quitarnos la prueba, nos da la fuerza para atravesarla. Según la promesa del Salmo 32:8: “Te haré entender… te enseñaré…”, reconocemos la voz del afectuoso Maestro.

Él mismo puso en práctica las instrucciones que aquí da. Y, conociéndonos, sabe bien que la visión del mal a nuestro alrededor puede producir en nuestros pobres corazones dos enojosos sentimientos: la irritación y el celo (v. 1, 7-8; Proverbios 24:1, 19). De ahí estas exhortaciones que deberíamos leer a menudo: no te impacientes, no te alteres, no te excites; no tengas envidia; haz el bien; encomienda a Jehová tu camino; confía en Él. También se hallan preciosas promesas ligadas a esas exhortaciones: “Él te concederá las peticiones de tu corazón… él hará…”. ¡Dejémosle obrar! El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo nuestros pies (comp. los versículos 10, 17 y 20 con Romanos 16:20).

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"