En lo que nos concierne tal vez no tenemos que enfrentar, como el fiel de este salmo, la maldad de los hombres. Pero, sin hablar de las tribulaciones futuras de Israel, no olvidemos que las persecuciones han sido la parte de muchos cristianos y lo son aun hoy. Podemos estar muy agradecidos si la libertad de conciencia y de reunión sigue siéndonos otorgada en nuestros países. Alabar al Señor entre el pueblo de sus redimidos es el justo deseo del creyente (v. 18). ¿Apreciamos este privilegio los que lo poseemos aún?
En el evangelio de Juan (cap. 15:25) Jesús se refiere a ese odio “sin causa” del que fue objeto (v.19). Sin causa ¡por cierto!… y, sin embargo, el odio del mundo hacia Cristo y los suyos no debe extrañarnos (1 Juan 3:13). Es el que Satanás inspira a los hombres contra Aquel que lo venció. ¿Pueden imaginarse sentimientos más viles que los de los versículos 21, 25 y 26? Pocas expresiones ponen tan al desnudo, en todo su horror, las profundidades de la maldad del corazón humano: el perverso gozo de ver sufrir a un inocente, quien era el Hijo de Dios que había venido al mundo para salvar a los hombres. “Ea, ea, nuestros ojos lo han visto” – gritan los burlones (v. 21). “Todo ojo lo verá, y los que le traspasaron” anuncia Apocalipsis 1:7. Ya no más en la cruz, sino en toda su gloria judicial.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"