Para mostrarnos que todas nuestras circunstancias, incluso las más humillantes, pueden conducirnos a bendecir a Dios, el Espíritu de Dios se sirvió de un episodio de la historia de David para dictarle las palabras de este salmo (véase 1 Samuel 21:10-15). Pero ¡cómo superan su propia experiencia! Imitemos a “este pobre”: sepamos, como él, magnificar siempre y en todo lugar el nombre de nuestro Dios. En el versículo 11, él es como si nos reuniera a su alrededor para dirigirse a nosotros con amor: “Venid, hijos, oídme”.
Hay una palabra de aliento para cada uno. Al que está en peligro, lo tranquiliza con los versículos 7, 15, 17 (véase Isaías 63:9). A otro que conoce dificultades materiales, contesta a sus preocupaciones con los versículos 9 y 10. ¿Atraviesa alguno el duelo o las penas?: le muestra dónde encontrar el consuelo (v. 18). Por encima de todo, su deseo es el de darnos confianza en su Padre para que le alabemos con él. “Gustad” –nos dice Él– “y ved que es bueno Jehová” (comp. 1 Pedro 2:3). Pero el Señor sabe también que necesitamos su exhortación: “Guarda tu lengua del mal… Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela” (v. 13-14; ver 1 Pedro 3:10-12). Pedro no termina la citación del pasaje, pues hoy es día de gracia. El juicio anunciado al final del salmo está por venir.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"