El Ángel de Jehová, que “acampa alrededor de los que le temen, y los defiende” (Salmo 34:7), está llamado aquí a acosar y perseguir a los enemigos del justo (v. 5-6). «Después de un tiempo de paciencia y de gracia infatigable, de una gracia que permaneció sin resultado, en lugar de vengarse por sí mismo, el residuo se confiará en Dios para obtener su liberación» (J. N. Darby). La liberación del creyente judío infaliblemente estará acompañada del juijcio de los malos. En cambio, en lo que concierne a los cristianos, su liberación no se efectuará por medio de la destrucción de los injustos, sino por su arrebatamiento para ir al encuentro del Señor. Creyentes e inconversos no permanecerán siempre juntos. Cuando el Señor venga en las nubes, los primeros serán arrebatados de la tierra y los demás quedarán para la terrible “hora de la prueba” (Apocalipsis 3:10). En cambio, el día en que el Hijo del Hombre se manifieste y aparezca en gloria, los creyentes de ese tiempo serán dejados para el reino de Cristo y los malos serán quitados (Lucas 17:34-36).
¡Qué ingratitud la del hombre natural! David habla de ella por experiencia, ya que la comprobó tan a menudo (v. 12-15). Pero Cristo conoció y experimentó esa ingratitud mucho más profundamente: “Me devuelven mal por bien y odio por amor” (v. 12; Salmo 109:5).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"