Cuanto más ha gemido otrora el alma bajo el peso de sus pecados, tanto más gusta de la felicidad de la que nos hablan los versículos 1 y 2. ¿Es usted uno de esos bienaventurados? Si no lo es, el versículo 5 le indica el camino para llegar a serlo: el del arrepentimiento y la confesión (comp. Lucas 15:18). “No encubrí…”, dicho de otro modo, confesarlo todo es siempre el medio adecuado para que Dios cubra mi pecado (v. 1). En cambio, si busco encubrirlo, tarde o temprano Dios tendrá que sacarlo a la luz (Mateo 10:26).
El trabajo de Dios empieza sacudiendo la conciencia. Su mano se hace gravosa hasta que el pecador sea llevado al arrepentimiento; entonces este es seguido al instante por el perdón. Este último nos es presentado en estos versículos bajo tres aspectos: transgresión perdonada, pecado cubierto e iniquidad no culpada.
Enseguida viene el andar. No nos parezcamos a bestias de carga sin inteligencia, las que por ese motivo deben ser contenidas y dirigidas por la fuerza. La rienda y el freno son las imágenes de los penosos medios que Dios debe emplear cuando no queremos acercarnos a él (v. 9; Proverbios 26:3). Cuánto mejor es dejarnos instruir, enseñar y aconsejar directamente por la Palabra y en la comunión con el Señor.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"