El perdón de los pecados

Salmos 32

Cuanto más ha gemido otrora el alma bajo el peso de sus pecados, tanto más gusta de la felicidad de la que nos hablan los versículos 1 y 2. ¿Es usted uno de esos bienaventurados? Si no lo es, el versículo 5 le indica el camino para llegar a serlo: el del arrepentimiento y la confesión (comp. Lucas 15:18). “No encubrí…”, dicho de otro modo, confesarlo todo es siempre el medio adecuado para que Dios cubra mi pecado (v. 1). En cambio, si busco encubrirlo, tarde o temprano Dios tendrá que sacarlo a la luz (Mateo 10:26).

El trabajo de Dios empieza sacudiendo la conciencia. Su mano se hace gravosa hasta que el pecador sea llevado al arrepentimiento; entonces este es seguido al instante por el perdón. Este último nos es presentado en estos versículos bajo tres aspectos: transgresión perdonada, pecado cubierto e iniquidad no culpada.

Enseguida viene el andar. No nos parezcamos a bestias de carga sin inteligencia, las que por ese motivo deben ser contenidas y dirigidas por la fuerza. La rienda y el freno son las imágenes de los penosos medios que Dios debe emplear cuando no queremos acercarnos a él (v. 9; Proverbios 26:3). Cuánto mejor es dejarnos instruir, enseñar y aconsejar directamente por la Palabra y en la comunión con el Señor.

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"