Este salmo constituye una gran profecía que abarca la muerte, la resurrección, la exaltación, la victoria final y la realeza del Mesías. Los tres primeros versículos proporcionan el tema que a continuación será desarrollado largamente, a saber, cómo ha sido liberado “el siervo de Jehová”. El Señor Jesús nos enseña, por su propia experiencia, lo que es Dios para aquel que confía en Él. “La supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos” ha sido demostrada en la resurrección de Cristo, su ascensión, el lugar que le es dado por encima de todos sus enemigos (leer Efesios 1:19-21).
Lo que Dios ha sido para Jesús en la hora de su desamparo (v. 6), de su calamidad (v. 18), lo es también para nosotros; y las pruebas que atravesamos son otras tantas ocasiones de conocerlo de una nueva manera. ¿Estoy cansado, languideciente? Él es mi fuerza. ¿Mi fe está vacilante? Él es mi roca. ¿Aparece un peligro? Él es mi fortaleza, el alto refugio donde encuentro segura protección (Salmo 9:9). ¿Estoy combatiendo contra el enemigo? Él es el escudo que me protege de los golpes de este último. Para Jesús, esta liberación era la consecuencia de su justicia (v. 19, 24), mientras que para nosotros ella nos está asegurada a causa de nuestra relación con Él.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"