En el Salmo 16 hemos admirado la confianza del Hombre perfecto. En el 17 tenemos su justicia ante nosotros. Pero está también, y primeramente, ante Dios, quien encuentra en ella entera satisfacción. Los hombres solo pueden ver el andar de una persona; Dios ve más lejos y mira los motivos que rigen ese andar. El Salmo 11 (v. 5) nos enseñó que “Jehová prueba al justo”. Y este es el resultado de ese exhaustivo examen del corazón de Jesús: “Tú has probado mi corazón… me has puesto a prueba y nada inicuo hallaste. He resuelto que mi boca no haga transgresión” (v. 3; comp. Juan 8:25). ¡Qué maravilloso modelo! Procuremos que nuestros pensamientos estén siempre en perfecto acuerdo con nuestras palabras y recíprocamente.
Por otra parte, aprendamos a conocer y a emplear la Palabra de Dios como Jesús lo hizo. Se sirvió de ella para defenderse del hombre violento, del mismo Satanás cuando este le tentó en el desierto (v. 4; Mateo 4:1-10).
Los versículos 14 y 15 subrayan el contraste entre los hombres de este mundo –“cuya porción la tienen en esta vida”– y el justo (Cristo, pero también el creyente) cuya porción es celestial (Salmo 16:5). Mientras padece ahora por la justicia, piensa en la resurrección y en el Objeto de sus afectos: “Veré tu rostro” (v. 15; comp. Salmo 16:11).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"