Jehová recuerda a Josué que aún hace falta tomar posesión de mucha tierra. Las fronteras ya le habían sido indicadas (cap. 1:4). Estas son fáciles de recordar. Hacia el sur: un gran desierto; al norte: una gran montaña, el Líbano; al oriente: un gran río, el Eufrates; y al occidente: un mar grande, el Mediterráneo. El país a ocupar por la fe también tiene sus fronteras, que son las del mundo tal como se presenta para nosotros: es árido, sin fruto para Dios (el desierto); está lleno de orgullo y vanidad (la montaña); es próspero y activo (el río); es impetuoso y agitado (el mar, Judas 13; Isaías 57:20). Guardémonos, queridos hijos de Dios, de cruzar esas fronteras. Muchos lo han hecho, dejándose llevar al mundo, o por mera curiosidad, y la mayoría nunca ha vuelto. En cambio, dentro de los límites “queda aún mucha tierra por poseer”. Los tesoros inagotables de la Palabra, las riquezas insondables de Cristo están a nuestra disposición para asirlos, “a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo” (Efesios 3:17-19). ¡Cristianos, he ahí las dimensiones infinitas de nuestra herencia en él!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"