El día 13 del mes de Adar, el que debía marcar para siempre la masacre y la desaparición de Israel, llegó a ser, al contrario, el de su triunfo y el del aniquilamiento de sus enemigos. Estos últimos hicieron la trágica experiencia de ello: no se ataca impunemente al pueblo de Dios. El que lo toca,
Toca a la niña de su ojo
(Zacarías 2:8; véase Salmo 105:12-15).
¿Seremos en menor grado los objetos de su ternura, nosotros, quienes formamos parte del pueblo celestial, de la Esposa de Cristo? Israel en el cautiverio tiene, por cierto, los caracteres de una nación “tirada y despojada… un pueblo terrible… una nación medida y hollada” (Isaías 18:2, V. M.). Dios, para quien ese pueblo es maravilloso porque de él nació el Salvador del mundo, pondrá en actividad sus poderosos medios para liberar a esa nación a la que el mundo hollaba.
¡Cuán rico es este libro de Ester, del cual habríamos podido pensar, al abordarlo, que contenía poca edificación! En figura, ¡qué lugar le da a Jesús humillado y exaltado! ¡Qué horizonte descubre acerca del porvenir de Israel, su descanso y su alegría (Ester 9:17), ese gozo del reino que lo espera al fin de todos sus sufrimientos!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"